julio 25, 2014

un día

un día y una noche, el sol y la luna durmieron en el mismo lecho. 

febrero 21, 2013

Los trascendentales abismos del orgasmo

Noche oscura de San Juan de la Cruz, 1977 - Litografía sobre papel arches - 53 X 38 cm

Luis Caballero

Noche oscura de San Juan de la Cruz, 1977 – Litografía sobre papel arches – 53 X 38 cm

Con ingenuidad, tal vez con ignorancia, peco al plasmar una idea posible del orgasmo. Tal vez no sepa que es intraducible la esencia de lo absoluto en la experiencia orgásmica, pero partiendo de esa imposibilidad me acerco a su existencia. ¿Cómo es que resbala uno en una nebulosa fecunda, llena de probabilidades, una misteriosa profundidad que no se puede digerir, que no se puede pensar, y que por más que uno ensaya no se queda ni con la forma más efímera del asunto?

El orgasmo es la máxima posibilidad del ser. Es la aspiración de la efervescencia, donde se confunde todo, la caótica esfera donde se amalgaman los extremos consabidos del ser y el no ser. Es la amenaza del tiempo, la duda del espacio, la muerte misma. Es morir y a la vez vivir. Es la paradoja del hombre, del existir. Quizás unos acordes, unos trazos, un movimiento, una palabra se conviertan un el vehículo que exprese una metáfora divina para plasmar la vitalidad del orgasmo, pero jamás, ni el saber ni la sensibilidad, podrán invadir con certeza el terreno de la plenitud orgásmica.

Tal vez en el orgasmo mismo se supere el hombre, la humanidad se agache con los brazos acurrucados sobre el suelo y la cabeza inclinada y se rinda ante la existencia misma. Quizás la gloria máxima de todo lo posible no se alcance jamás y esa sea la cárcel misma, el contenido que asume la vida. Quizás la muerte ni siquiera sea tan fantástica como el orgasmo. Quizás. Lo seguro es que no existe posibilidad alguna de valorar el orgasmo sin caer en la mentira misma, y que sea necesario por ende rendirse y buscar en pareja o con una prostituta el nudo orgásmico.

Orgasmo nada más ya suena limitado. Es una palabra seca, que produce un poco de emoción y que sale expulsada como viento vibratorio de las mucosas fonadoras. Qué palabra más ineficiente. Pero es una palabra, y así son todas, inútiles.

Se ha llamado sutilmente “la petit mort” a ese punto difuso que pongo materia. Metáfora, explanación, desarrollo de la palabra. Es hasta delicioso intentar buscar palabras y palabras y no llegar al centro de la esfera. Me seduce un ego, un mendrugo plástico que goza con la forma y no aspira a la verdad. La forma es la mentira.

¿Qué podríamos decir de quienes no han alcanzado ni alcanzaron jamás esta experiencia ilimitada del orgasmo? Qué pena más dura una vida sin orgasmos. Sea con un pajazo o con la mismísima hermana, el orgasmo es la puerta universal a los avernos y a los edenes. La moral se ha desplazado por todas las prohibiciones que ha podido tender a esta experiencia. La moral ha judicializado la existencia del acto sexual. Ha manifestado desinfectar las costumbres, vestir a los hombres y castigar a los libertinos. Pero ha sido inútil, los humanos siguen teniendo orgasmos, y tal vez la moral solo sea una expresión de miedo frente a los poderosos reinos del eretismo.

La cristiandad ha predicado un culto del cuerpo que divide al ser y le enseña a limitarse a sí mismo, a poner freno a su posibilidad orgásmica y su aspiración infinita de fundirse con el todo. Se llama “el ser”. Ser es la vigencia escindida de la existencia. “Ser”, “es”, “eso”, “esto” son algunas formas de limitar el contenido, de urdir una techumbre a la potencia y rebajar a la debilidad las fuerzas vitales que se esconden bajo nuestra condición humana.Pero es solo techumbre, y la violencia a la que aspira la culminación del placer no contempla límite alguno, solo remedios temporales que aumentan su tensión y potencia.

Así, en esa trampa, somos nosotros mismos quienes nos dedicamos a hacer de la limitación una virtud, al juego del prohibir. De ahí provienen las intensas fuerzas del voyerismo, de la parafilia, de la perversión, porque al no poder llegar a los abismos orgásmicos por la vía coital, el cuerpo se somete a una nueva dirección erógena, se buscan salidas por todos los lugares del espacio sensitivo y aflora la boca, las manos, el cuello, la espalda, los dedos, las orejas, como puntos alternos del placer.

El orgasmo, en su infinita potestad, no tiene límites, y en esa medida, la moral solo podrá invisibilizar a los hombres y mujeres que busquen su gloria sin temor. Y así castigue con la pena capital, el castigo solo reconocerá el acto ya presenciado, ese juzgamiento será la afirmación más penosa para el cristianismo del reino soberano de la exaltación trascendental del orgasmo.

enero 1, 2013

La guitarra

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No sabía en qué momento había perdido el cariño hacia sus cuerdas cuando sentabase sobre  el diván ausente de notas. ¿Dónde quedaron aquellas viejas pasiones de antaño, el aquiescente gusto desmedido por los desquiciados armónicos desvelados, los sonidos que nocturnaban los ayeres y las mañanas en cada melódico vibrar? La sonoridad, las tapas de madera despidiendo el aroma a madera brillante, las viejas cuerdas roídas por la pátina del tiempo en el ángulo preciso para consentir con sus ondas la torácica resonancia de su perpetua caja. Ese sonido de armiño que balanceaba los tristes atardeceres, el entreverado sonar de la caja máxima sobre el salón desamoblado, el cantar de desahucio que prometía duermevelas al intérprete maldito que consentía poseído su consentida madera de guitarra.

Hermosa mujer, inerte pedazo de madera viva que mata sonidos y engendra armónicas ternuras; finura desafinable de metálicas temperancias arrojadas al olvido; brillante baluarte de ecogramas pentatónicos y bemoles suicidas, sostenidos culpables y cromatismos etéreos , que al arrojadizo espacio se permuta en metafísica insostenible por la ciencia: guitarra, guitarra de mil amores, de desamores, de desatinos y noches de gotas saladas acariciando sobre el sonar de su gracia la nostalgia, guitarra impúdica que se declara más allá del tiempo, guitarra sólida, guitarra concepto, guitarra de trinos y apoyaturas infieles, guitarra, te llamaste así: guitarra.

febrero 25, 2011

Fuego del circo

Por poco las ascuas de esos payasos devuelven al público al mundo verdadero, faltó solo perder la concentración para dejar quemaduras espantosas a los asistentes y algunas cuantas columnas amarillistas. Nada de payasos, ellos eran clowns, no vivían en este mundo. Estas gentes pintadas y travestidas tenían un halo hechicero, desde su color hasta su música. ¿De dónde venían? Eso no importa, nacieron y murieron ahí, en su acto, en La Calle Séptima, un viernes en la noche. Seguir leyendo